Viernes 25 de octubre de 2019
Tras un largo y estupendo día en el campo, la siguiente clase la dedicamos a comentar lo que habíamos producido, así como avanzar con nuevos trabajos.

La primera parte de la clase consistió en extender nuestros dibujos en una mesa y reflexionar sobre ellos. Primero, viendo el resto de dibujos, cada uno se hizo una lista con las ideas principales que le venían al pensar en la pregunta: ¿Y esto qué tiene que ver con la arquitectura?

Con mi compañero de mesa, Pablo, más tarde, compartí mis ideas y reflexionamos juntos sobre el mismo tema para luego exponer nuestras ideas ante el resto de la clase.
Un rato después pasamos por todas las mesas y escuchamos las ideas y reflexiones del resto de compañeros.
Con todas estas ideas en la cabeza, pasamos a la siguiente actividad: crear un horizonte común uniendo todos nuestros dibujos interesante por la linea de horizonte para crear nuestra propia y enorme pedriza.
En esta clase, también colocamos los bodegones del trabajo de semana y comentamos lo más importante de algunos de ellos, así como si se había conseguido lo que se proponía o no.
Pero no dedicamos toda la clase solo a esto. Hicimos varios ejercicios más.
El primer ejercicio era dibujar de memoria algo de la pedriza.

El segundo ejercicio era dibujar nuestro rostro (un retrato) con los ojos cerrados. Sí, con los ojos cerrados, sintiendo nuestra cara con las manos. Con una mano en el rostro y otra moviendo la barra de sanguina al son de la anterior, dibujé estos:
Primer dibujo (100×70) Segundo dibujo (100×70)
No se parece. Pero no trataba de reflejar mi físico apreciado desde la vista, sino mi rostro (que no paraba de moverse) apreciado a través del camino que mi mano hizo a lo largo de él.
El último ejercicio fue retratar a nuestro compañero de mesa con esta idea en la cabeza, tratando de sentir en el papel su cara, pero sin necesidad de tocarla.
Boceto Dibujo (100×70)